El autor fundamenta su opinión comparando estos dos tipos de programas en distintos campos. Así, por ejemplo, demuestra que la supuesta mayor seguridad de los comerciales no es tal en el momento que sus empleados pueden desvelar sus códigos secretos, frente a la gran red de desarrolladores de código abierto que se esmeran en generar productos seguros como parte fundamental de su reconocimiento en la comunidad informática.
Y, sobre todo, denuncia la gran dependencia que se tiene respecto a los intereses comerciales de los fabricantes que imponen sus actualizaciones cuando ellos deciden, con el consiguiente desembolso económico, así como el coste y las condiciones de sus servicios técnicos. Frente a esto, el usuario de código abierto va mejorando su software paulatinamente a su ritmo, y cuenta con una mayor oferta y más competitiva de consultorías y especialistas en mantener sus desarrollos operativos.