Las tarjetas electrónicas de identidad han avanzado de modo alarmante hacia el objetivo de ser universales, utilizadas en todo el mundo. Más de 2.200 millones de personas, o sea un 33% de la población del mundo ya han recibido tarjetas de identidad inteligentes. De éstas, más de 900 millones tienen sistemas biométricos faciales y de huellas digitales.
Según los planes actuales, más de un 85% de la población del mundo tendrá tarjetas de identidad inteligentes para 2012. Como era de esperar, las campañas contra la introducción de tarjetas de identidad han tendido a destacar los problemas con los sistemas de identificación, presentándolos como imprácticos y que crean problemas insolubles con la invasión de la privacidad, el fraude, acceso no autorizado a bases de datos, crimen organizado, fiabilidad del reconocimiento biométrico, etc. Como resultado, mucha gente cree que las tarjetas de identidad obligatorias ’simplemente no ocurrirán.’
Si bien todos esos problemas con los sistemas de identificación podrán ser reales, no bastan para impedir su implementación, sobre todo porque son problemas que afectarán a la gente como individuos, no a sus gobiernos – es nuestro problema, no el de ellos. Apenas ha habido algún debate de importancia sobre uno de los temas principales de nuestra época. A la mayoría de la gente de a pie no le gusta la idea, pero el proyecto sigue adelante a pesar de ello.
También es hora de considerar lo que realmente pretenden lograr con los sistemas de identificación, no su justificación pública. Ya que es probable que los gobiernos siempre hayan sabido que las tarjetas de identidad no detendrían el terrorismo, el crimen organizado, la suplantación de identidad, el fraude, etc., tiene que haber alguna otra razón para su introducción, y parece ser un motivo que los gobiernos no quieren reconocer en público.