Así las cosas, algunas fincas utilizan las etiquetas RFID semi-activas para registrar la temperatura en todo el camino de cada botella, desde la producción a la distribución y, finalmente, hasta el punto de venta. Las etiquetas RFID pasivas también se unen a la base de cada botella para automatizar la gestión de inventarios y disuadir el robo. Por su parte, la finca Toscana Tenuta dell’Ornellaia implementó un sistema RFID para rastrear la distribución de sus vinos a fin de no ser víctima del mercado negro. La solución incluyó etiquetas RFID incrustadas en la contraetiqueta de las botellas, con puntos de lectura RFID en las máquinas de etiquetado y en las puertas del almacén.
En tanto, una compañía italiana ha patentado un corcho con RFID que puede ser codificado con datos sobre el vino, incluyendo el tipo de uva, envasado, fecha y contenido de alcohol. Una vez en la botella, el corcho puede ser utilizado por los productores de vino para mejorar los procesos de almacenamiento y distribución. Los distribuidores y los minoristas pueden leer el corcho para determinar los detalles específicos sobre cada botella de vino, y los consumidores pueden consultar información sobre el productor del vino y la vendimia a través de un lector con display ubicado en el punto de venta.