Después de que la empresa Citywatcher implantara a dos de sus trabajadores sendos chips RFID elaborados por VeriChip, filial de Applied Digital Solutions especializada en este tipo de productos, las protestas en EEUU se han multiplicado al considerarlo una “invasión total de la intimidad”.

Citywatcher, una empresa de videovigilancia, es la primera compañía privada que ha empezado a utilizar los chips para controlar el acceso de sus empleados a las zonas de seguridad restringidas de la compañía. Su presidente, Sean Darks, explicó cómo dos de sus empleados, que se presentaron como voluntarios, y él mismo, se han implantado un chip que tiene el tamaño de un grano de arroz, se coloca dentro de la piel y funciona como una tarjeta de acceso a las áreas protegidas.

La instalación es simple, se lleva a cabo mediante una inyección. Gracias a la tecnología de identificación por radiofrecuencia, un escáner puede leer el código de 16 cifras que abre las puertas de una cámara acorazada en la que se guardan las cintas de seguridad que la empresa recolecta para la Policía de seis ciudades.

El chip es pasivo, con lo que, tal y como se ha ocupado de recalcar Darks, “no emite ninguna señal que permita rastrearlo. No lleva un GPS ni está conectado a un satélite. Vamos, que mi mujer no sabe dónde estoy”, bromeó.

John Procter, portavoz de VeriChip, explicó que la compañía trabaja fundamentalmente sobre dos aplicaciones de esta tecnología: para identificación, como en el caso de Citywatcher, y para su utilización en hospitales. «Es un aparato muy útil en pacientes con dificultades para comunicarse, como pueden ser los enfermos de alzheimer. Mediante un escáner se puede acceder a su historial médico», dijo Procter.

Además de estos usos, Procter recordó que la Secretaría de Justicia mexicana ya utiliza este tipo de tecnología para identificar a sus empleados. El chip tiene también otros usos menos altruistas y, por ejemplo, la discoteca Baja Beach de Barcelona utiliza estas cápsulas con sus clientes VIP.

Para las organizaciones de derechos civiles es un preocupante paso hacia la sociedad que vaticinó George Orwell en su novela «1984». “Puede que CityWatcher no lo use en este momento para controlar a sus empleados, pero ciertamente así es como lo vende VeriChip”, dice Katherine Albrecht, coautora del libro “Chips de espionaje: cómo las principales corporaciones y el Gobierno planean detectar cada uno de tus movimientos con la tecnología RFID”.

Entre los más críticos con la iniciativa de Citywatcher se encuentra la asociación de Profesionales de la tecnología por la responsabilidad social, que ha asegurado que «la sola idea de llevar algo implantado en el cuerpo, que no se puede apagar, supone una invasión total de la intimidad. Existen otras formas de identificación menos invasivas que también son adecuadas, por muy voluntario que esto sea».

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Por Editorial

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