El Internet de las cosas (IoT, por sus siglas en inglés) ofrece multitud de recursos para los ataques distribuidos de denegación de servicio (DDoS) y contra aplicaciones web. Los atacantes aprovechan los dispositivos del IoT no solo para lanzar botnets de DDoS basadas en malware y ataques DDoS de reflexión, sino también como proxies para llevar a cabo actividades maliciosas. El uso conjunto de estos dispositivos para invadir los objetivos hace que los ataques DDoS de 300 Gbps sean cada vez más comunes.