Graafstra se aplicó primero la tecnología a sí mismo para no tener que seguir cargando con las llaves del trabajo y de la casa. Con un procedimiento de solo cinco minutos realizado por un cirujano plástico, el chip quedó insertado y ya estaba en capacidad de programar los accesos y bloqueos que usaba cotidianamente, para que el chip los reconociera. El chip, del tamaño de un grano de arroz, está colocado dentro del tejido entre los dedos pulgar e índice. El chip ha sido programado para permitir a Graafstra abrir la puerta de su carro e incluso arrancar su moto.