La tecnología RFID ha traspasado el mundo empresarial para atraer también a artistas innovadores que la utilizan para crear obras vanguardistas. Meghan Trainor, que esculpe objetos a los que implanta tags; y Marcus Kirsch, que los inserta en palomas; son dos de los pioneros en este campo.
El universo artístico que crea Meghan Trainor nos presenta un futuro en el que cualquier ordenador es capaz de escanear cualquier objeto y saber todo de él. Para ello, esculpe objetos en plástico, goma u otros materiales, a los que implanta chips y tags RFID. En sus actuaciones, cuando estas esculturas son detectadas por lectores RFID instalados en determinados lugares, comienza a sonar música, automáticamente, de PCs situados en ese entorno.
“La idea de que los objetos nunca más sean anónimos es algo increíble para cualquiera que se dedique a crearlos”, indica la artista estadonidense, que también se ha implantado en su propio cuerpo tags, siguiendo una creciente tendencia artística. Su razonamiento enlaza con el que para muchos es el gurú de este movimiento, Bruce Sterling, autor de ciencia ficción que predice un mundo futuro en el que cada objeto fabricado en la tierra tenga una identidad única.
En Europa, otros artistas, como Marcus Kirsch, también están explotando esta tecnología. En su caso, desarrolla en Rotterdam (Holanda) un proyecto llamado Urban Eyes, en el que ha introducido tags en palomas; al situarse éstas en comederos donde hay instalados lectores, se activa un PC que o bien acciona una cámara cercana o transmite una imagen asociada con ese pájaro en concreto.
La industria RFID contempla satisfecha el uso artístico de esta tecnología porque ayuda a popularizarla y aporta una visión positiva de la misma, lejos de la polémica existente respecto a que puede limitar la libertad individual de las personas.
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